Como comentaba en una de las entradas anteriores del blog, el inicio de un nuevo año puede ser un buen momento para plantearnos nuevos objetivos. Si bien es cierto que la situación actual causada por la pandemia puede derivar en características como fatiga, falta de motivación, anhedonia, incertidumbre hacia el futuro, incluso indefensión aprendida, que pueden suponernos una dificultad a la hora de plantearnos nuevas metas individuales.
La experiencia y mi formación como psicóloga, me han llevado a elaborar una serie de afirmaciones que podían ayudarnos a afrontar un proceso de cambio que queramos llevar a cabo.
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Tomar conciencia sobre nuestra situación actual, donde estamos y a dónde queremos llegar. Qué es lo que queremos mantener y qué cambiar. Establecer este momento como un punto y a parte, un punto de inflexión que promueva el cambio.
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Pensar en aquello que desearíamos conseguir y por qué. Dotar a los nuevos objetivos de un significado puede ayudarnos a aumentar la motivación para conseguirlos.
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Aunque sean pequeños pasos cada día, al cabo de un año, habremos recorrido un gran camino, pues puede que en un primer momento no entendamos la importancia de un solo paso, pero más adelante nos bastará mirar atrás para entender el camino recorrido.
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La meta es sólo un conjunto de pequeños pasos. Con pequeños pasos se recorren grandes caminos.
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Lo importante es ser constantes, no veloces. Lo importante a la hora de recorrer un camino es la constancia, no la velocidad.
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Para cambiar nuestro cuerpo primero debemos trabajar con nuestra mente. Nuestro cerebro es el encargado de darle las órdenes al cuerpo, por ello, si nuestro objetivo se basa en un cambio físico, debemos entender que el gran porcentaje del cambio será mental.
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La elaboración de una rutina, de una disciplina, será imprescindible para llevar a cabo algún cambio. Solo haciendo aquello que todavía no hemos hecho, conseguiremos aquello que todavía no hemos conseguido.
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Cambiemos la perspectiva. No nos centremos solamente en la meta, observemos y disfrutemos del recorrido, ahí es donde se halla la verdadera gratificación, felicidad y aprendizaje.
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El esfuerzo nos ayudará a valorar más el resultado, el objetivo conseguido.
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Para poder alcanzar un objetivo, o llegar a un destino, primero tendremos que establecerlo, para no andar perdidos o a la deriva. Solo cuando establezcamos el destino podremos llegar a él. Sólo llegaremos al destino cuando sepamos cuál es.
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Entender el por qué y para qué queremos conseguir esos objetivos es el segundo paso para conseguirlos. El primero, es establecerlos.
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Agradecer aquello que tenemos, practicar la gratitud, centrarnos en aquello que tenemos antes de lamentar aquello que nos falta.
Esperamos que el futuro venga cargado de viajes, de sonrisas, de abrazos, de contacto inofensivo entre nosotros y que esto sea solo un punto de inflexión para romper con todo aquello que nos separa. Ojalá esto nos sirva de algo y no sea solo una anécdota más en la historia, al fin y al cabo, los aprendizajes y los cambios vienen precedidos por momentos difíciles.
Becca Lago