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Mi segundo día en Nueva York: 24 horas en Manhattan

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24 horas en Manhattan: Buenos días, Nueva York

 

Mi primer día completo en NY me levanté a las 4 de la mañana (hora local). En NY son 6 horas más que en casa, por lo que el jet lag parecía pasarme factura. Siempre me ha gustado madrugar, y bueno, no me importó ser del club de las 5 de la mañana.

Me duché, escribí y bajé al gimnasio del hotel después de tomarme un café. Son rituales matutinos que me gusta mantener y llevo conmigo en mis viajes y en mi día a día. Mis hábitos de mañanas milagrosas. Para mi los amaneceres son un momento mágico y me gusta mantener una rutina que me lo recuerde. Los nuevos comienzos siempre traen nuevas oportunidades y guardan anécdotas que desconocemos, por ello, un nuevo día es algo que me gusta agradecer.

Algo que amo de NY: el café. Puede resultar paradójico para alguien que ha vivido en Italia y en Brasil, dos de los países pioneros en el buen café, pero, a mi que me encanta el café americano, NY es un paraíso para mi. Cuando el café talla S es lo que aquí te pondrían como un XL, me hace muy feliz.

Mi itinerario:

Salgo del hotel (en la zona de Wall Street) a las 6 de la mañana, cuando las calles todavía se están despertando. El sol empieza a colarse entre los rascacielos a lo lejos, desde Brooklyn. Las calles están vacías, solo quienes que corren dispuestos a empezar su jornada laboral, o aquellos que limpian las calles, o personas sin techo. Supongo que cuando no hay mucha gente por las calles les resulta más difícil camuflarse y se hacen más evidentes. Algo que me llama la atención de NY es que nadie te mira, nadie cruza contigo la mirada. Allí puedes ser quien quieras, y hacer lo que quieras, que la gente te respetará por ello.

Siento, de nuevo, esa maravillosa sensación de amanecer en una nueva ciudad y saber que tienes un gran día por delante. Que cuando vuelvas al hotel o a tu alojamiento, tu mochila de las experiencias estará mucho más llena. No será la misma persona que salió, aquella que vuelva.

Me preparo para recorrer la ciudad. Una sonrisa y la felicidad de iniciar una aventura.

Dejo que la ciudad me guíe.

 

  • Primera parada: Elevated Acre, un parque frente a Brooklyn, rodeado de rascacielos en la zona de Wall street.
  • Amanecer desde Pier 17 (South street seaport)

Allá donde miro veo belleza y me maravillo. Ser un punto insignificante en medio de los rascacielos te quita el aliento. No puedo parar de sonreír, de felicidad por estar viviendo parte de mi sueño.

Desde el Pier 17  puedo ver Brooklyn al otro lado del río y su enorme cartel de ‘Welcome’. Aprovecho para practicar una de mis rutinas matutinas: escritura al amanecer. Me siento en el muelle contemplando Brooklyn.

Continúo mi ruta por la ciudad, improvisando las calles.

Tercera parada: una tienda de beagles. En NY los beagles son uno de los desayunos y take away más comunes. Huevos revueltos con aguacate.

Me dirijo hacia el World trade center, Fluton street y los almacenes Fluton. Y mientras camino la ciudad me guía a la plaza del ayuntamiento, un bonito parque lleno de árboles en el que me siento a desayunar.

 

Algo que me encanta de la ciudad es que, por un lado, encuentras un gran número de espacios habilitados para disfrutar de la ciudad, mesas en las que sentarte, una gran cantidad de parques, de cafés, de food trucks en cada esquina. Y otra es que, todo el mundo la disfruta y la vive, tranquilamente. Paradójicamente, en la ciudad de las prisas y de los rascacielos, de la comida rápida, la mayoría de la gente disfruta de tiempo en los parques comiendo, leyendo, escribiendo, trabajando, relacionándose y disfrutando de la ciudad.

La ciudad me conduce hasta los bonitos y bohemios barrios de Tribeca y del Soho. Las tiendas de moda que pueblan sus calles de almacenes y escaleras que desembocan en las aceras, restaurantes, cafés y pubs de moda, así como creativos tomándose un café entre sus calles. Estos dos barrios de la ciudad, escondidos entre los rascacielos guardan un encanto característico. Entre sus edificios de colores, me encuentro con un pequeño café en una de las calles perpendiculares de Broadway: 787 Coffee, una pequeña franquicia en expansión que exporta café de Puerto Rico, un bonito lugar en el que hacer una pausa-escritura.

 

Soho, Nolita y Noho me cautivan, me enamoran. Son esos lugares en los que sabes que serías feliz. La ciudad va tanto conmigo, allá donde miro encuentro mi espacio.

Broadway Avenue me lleva hasta la catedral St. Patrick y la librería Strand en la que me pierdo durante un tiempo indeterminado como me encanta hacer.

  • The Vagina monologues
  • Bad girls throughout history -a journal-
  • The very short story starter
  • Un cuaderno y unos bolígrafos japoneses
  • Y una postal feminista

Al salir veo el Empire state frente a mi.

Aterrizo en Washington square donde me siento a empezar mis nuevos libros. What a wonderful feeling. Miro a mi alrededor a las personas sentadas en sus mesas, bajo los árboles, disfrutando de una mañana de sol en Manhattan.

Continúo por mi paseo por la ciudad, las callejuelas del Flatiron District. Tras el bonito y emblemático Flatiron building, que actualmente se encuentra en restauración, llego al Madison Square Park, equipado con un parque de perros en el que se reúnen dueños y mascotas para pasar un buen rato. No puedo evitar pararme a observarles y sonreír. Estoy en la Quinta Avenida, admirando el Empire state. Me paro en uno de los supermercados-cafeterías para comer: sushi con vistas al edificio más emblemático de Manhattan. Me siento afortunada. ¿Sabes esa sensación de sobrecogimiento de no saber si es real o si, como tantas otras veces, estás viendo la escena de una película? Nueva York es el escenario de una película, y esta vez, yo soy la protagonista. Sientes que la ciudad está viva, y te hace vivir y vibrar con ella.

Siguiendo la Quinta Avenida llego hasta Korea town, una callejuela cerca de los grandes almacenes Macy dedicada a la cultura coreana.

Son, alrededor de las 2 de la tarde (20h, en hora española), por lo que el jet lag empieza a hacerme efecto. Decido volver al hotel a descansar un rato. Algo gracioso de Nueva York es guiarte por los rascacielos. Desde allí, puedo ver el World Trade Center, esta vez, desde la Sexta Avenida, por lo que me dirijo hacia él. Pero las distancias engañan. Camino durante algo más de una hora y media, haciendo una parada en la biblioteca pública del West Village hasta que llego, por fin al distrito de Wall Street.

Zoccotti Park y la rosa de metal, el monumento conmemorativo al 11S, la Bolsa de Wall Street, los Jardines de la Reina Isabel II, y los alrededores de Water street.

Mi día terminará en Battery Park de una forma muy especial.

 Terminará con una de esas casualidades que te recuerdan que todo en la vida tiene un significado. Que a veces nuestro destino se disfraza en forma de casualidad. Que todo se mantiene constante hasta que un día todo cambia. La vida está hecha para improvisarla, para vivirla, para subirnos al tren de las oportunidades, de las casualidades, en el vagón de aquello que te hace sentir viva.

Becca Lago


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