Muchas veces se plantea la pregunta sobre qué le diríamos a nuestro yo de juventud si pudiéramos darle consejos. Normalmente, esta pregunta suele hacerse a personas que han vivido mucho, que ‘saben más por viejos que por diablos’, pero resultaría interesante que todos nosotros y nosotras nos parásemos durante un momento a reflexionar sobre aquellas ideas que nos gustaría poder compartir con otras personas, que creemos que podrían ayudarlas, aquello que nos hubiera gustado que nos dijesen. En mi caso, como siempre digo, basándome en mi propia experiencia vital y en mi bagaje de conocimientos en la disciplina psicológica, a continuación enumeraré algunas de estas ideas.
-
Pensar en positivo puede cambiarlo todo. Nuestros pensamientos son las órdenes que damos a nuestro cerebro, por ello, rediseñemos aquello que nos decimos, para de esta manera, cambiar aquello que hacemos.
-
Los cambios casi siempre dan miedo y el cerebro nos paralizará para no hacerlo, éste prefiere economizar energía y quedarse en aquello que conoce, en su zona de confort. El primer paso siempre es el más complicado, pero una vez que hayamos empezado a caminar, el resto de pasos vendrá de forma natural. Adémenos tiempo para habituarnos a ese nuevo cambio.
-
Necesitamos, como mínimo, 21 días para adaptarnos a un nuevo hábito, concedámonos ese tiempo, seamos pacientes con nosotros mismos.
-
Tratémonos con cariño, como trataríamos a un niño que está aprendiendo, no seamos crueles con nosotros mismos, igual que no lo debemos ser con los demás.
-
Dirijámonos a las personas como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Nunca sabes qué batalla personal está lidiando cada uno.
-
Sonríe, una sonrisa puede abrir muchísimas puertas.
-
Sé el cambio que quieres ver, hacia los demás y hacia ti mismo.
-
No estás solo o sola, apóyate en los que tienes a tu alrededor, si están ahí es porque te quieren, y aquellos que te quieren te ayudarán en tu camino de mejora.
-
Cuando necesites ayuda pídela. Si no lo pides, será más difícil que alguien te ayude sin saberlo.
-
La importancia del espacio. Los espacios en los que nos encontramos nos influyen enormemente. Necesitas orden fuera para que haya orden dentro.
-
El cuerpo es el lugar en el que habita tu alma y tus pensamientos, cuida de él, para que el resto funcione correctamente. Recuerda la dicha ‘Mens sana in corpore sano’.
-
Cada día es una nueva oportunidad de cambio.
-
Antes de pedir lo que nos falta, agradezcamos lo que ya tenemos.
-
Practica actividades que te hagan sentir bien: un paseo al amanecer o al atardecer, contacto con animales, leer, escribir, meditar, escuchar música, pintar...
-
Nunca es demasiado tarde para nada.
-
Quererlo es el primer paso para conseguirlo.
-
Los objetivos solo se cumplen esforzándose en conseguirlos. Cuanto mayor sea el trabajo que supongan, más gratificante será el resultado.
-
Vivamos cada día como si fuera un regalo. Como decían ‘El ahora se llama presente porque es un regalo’.
-
La felicidad está en el camino, no en la meta.
-
Quiérete, valórate. Vas a ser la persona más importante de tu vida, aquella con la que vas a convivir siempre. Esfuérzate en conocerte, en entenderte, en formarte, en construirte. No te centres solo en tus defectos, piensa en todas las cualidades que tienes. Antes de querer a otra persona, debes quererte a ti mismo o misma.
-
Las situaciones difíciles existen para que aprendamos de ellas. Cambios la perspectiva. Son oportunidades de cambio, de movimiento.
-
No son las situaciones aquello que nos afecta y nos duele, sino nuestra forma de percibirlas, el cómo las afrontamos. La libertad está dentro de nosotros mismos.
¿Y tú, qué le dirías?
Becca Lago