Tomemos por costumbre agradecer un nuevo día, agradecer cada nuevo amanecer.
Llenemos nuestro día de aquellos hábitos que nos hacen sonreír, suspirar y nos aportan paz y bienestar.
Rodeémonos de las personas vitamina que son balsa durante las tempestades; que son tiritas para nuestras heridas; que son combustible para nuestras alas.
Regalemos sonrisas, que son la distancia más corta entre dos personas.
Soltemos todo aquello con lo que cargamos sobre nuestros hombros y nos entorpece el viaje.
Tengamos por costumbre, de vez en cuando vaciar nuestra mochila emocional. Perdonar para liberarnos del dolor y del peso del pasado.
Salta, corre, grita, baila. La vida es más bonita cuando vives despeinada. Siente el sol acariciándote el rostro, el agua de mar sobre tus pies. Maravíllate contemplando atardeceres. Deja que la lluvia te cale. Reconecta con aquella niña interior que disfrutaba saltando sobre los charcos. Busca en tu interior aquellas sensaciones que te hacían tan feliz de manera tan simple y vuelve a experimentarlas de nuevo.
Regala cumplidos, no te los guardes.Una palabra puede sanar más de lo que piensas.
Escribe una carta o un mensaje inspirador a aquellas personas que son importantes para ti, nunca está de más recordar qué valiosas son para ti.
Agradece quién eres, esa historia vital que te hace única. Tus perfectas imperfecciones. El punto desde el que iniciaste, y hasta dónde has llegado. La vida es un camino y la felicidad se encuentra a cada paso que damos mientras lo recorremos.
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Crea tu ritual matutino de autocuidado agradeciendo todo lo bueno que hay en tu vida y te darás cuenta que, cuantas más veces lo hagas, más aumentará tu bienestar.
Becca Lago