Qué valiente quien se reconoce imperfecta.
Quien se atreve a empezar de nuevo.
Quien se toma una pausa para desconectar, para buscar de nuevo el propio centro y para volver a conectar.
Qué valiente quien se cuestiona todo lo que daba por sentado.
Quien se atreve a cambiar, a volver intentarlo.
Qué valiente quien pide ayuda, quien dice que no puede con algo.
Qué valiente quien lo intenta y fracasa, pero aprende en el proceso.
Hay días en los que necesitamos cuidarnos, escucharnos, quitar todo aquello que está acumulado sobre la superficie. Escribir es una forma de limpiar todo aquello que es superficial, que me preocupa. Escribiendo desenredo mis pensamientos, los pongo cada uno en su sitio, en una caja. Como si nuestra mente tuviese una serie de estanterías:
- Miedos
- Preocupaciones
- Recuerdos
- Sueños
- Imprevistos por resolver
- Sentimientos y emociones por gestionar
- Necesidades
A veces se nos acumulan, cuando vivimos en automático. Como cuando dejamos, sobre el escritorio, una cantidad de papeles desordenados que tenemos que pasar a limpio. A veces la falta de tiempo, los imprevistos, las fluctuaciones en nuestro humor -dependientes del tiempo, de las hormonas, de las horas de sueño, etc.- nos llevan a dejar de lado su orden y organización. Y empezamos a vivir en automático, con la mente nublada, dando palos, sin estar presentes del todo.
Qué mágico cuando podemos disfrutar de un momento presente sin pensar en el ayer o en el mañana. Y es que la vida, todo aquello que tenemos, es el hoy.
Y es válido tomarnos días de descanso. Para bajarnos del tren, ordenar todos esos papeles desorganizados que son nuestros pensamientos, y una vez que estemos preparadas, volver a subir al mismo, frescas, capaces de disfrutar del camino, de las vistas y, lo más importante, de la compañía.
Becca Lago