Al final la clave está en hacer más de lo que te hace feliz, y minimizar el resto.
Empiezo mis días preguntándome y planeando:
¿Qué es importante, qué es aquello que tengo que hacer y qué es aquello que quiero hacer?
Y cada día, procuro ir haciendo algo de ambas listas. Escribir con mi abuela, es una de ellas, pues ello me recuerda que en la simplicidad está la clave.
La importancia y la magia del arte no está en crear grandes piezas -valoradas externamente- sino en canalizar tus sentimientos, y expresar aquello que llevas dentro a través de este, y que, mediante esa expresión artística auténtica, autóctona y natural, puedas ayudar a otros a verse reflejados en ello, en aquello que tal vez, esas otras personas no saben cómo expresar con palabras o artísticamente pudiendo utilizarlo como herramienta para expresar, para diluir, para liberar la presa de sentimientos que llevan dentro.
Al final mi labor como artista escritora y como psicóloga van de la mano pues en ambos casos, ayudo a las personas a conectar con aquello que llevan dentro.
Mediante la psicología entrego la llave con la que cada persona puede abrir las puertas de su interior, de su autonocimiento, de su autoestima, de su autodesarrollo.
Todo lo que yo fui aprendiendo a lo largo de la vida -de la mano de profesores, de libros, como aquellos que compartía con Abu durante mi adolescencia, de enseñanzas, de experiencias, de anécdotas, de películas, de personas que me marcaron, de mi herencia persona y familiar, del tiempo en soledad creativa, de mis viajes, incluso de mis pacientes, ahora-, lo digiero mediante la escritura y lo transformo en textos, en ejercicios, en palabras, que van dirigidas a aquellas personas que puedan necesitarlas.
Mi labor de escritora y de psicóloga van de la mano.
Mediante la escritura digiero, transformo mis días, mis experiencias, en enseñanzas, en aprendizajes. Soy aquello que escribo, mi realidad no es cómo la vivo, sino que la vivo cuando la escribo.
Ser psicóloga es ordenar los pensamientos de la otra persona, las vivencias, las heridas, ese popurrí desordenado, y empezar a darle forma y sentido.
Como Scrooge, y los fantasmas de las navidades pasadas y futuras, como psicóloga ayudo a las personas en su viaje de transformación, transportándoles a ver sus vivencias, sus heridas, sus historias, desde una nueva perspectiva, y así transformarlas en aprendizaje, en resiliencia, en empoderamiento, en fortaleza, en sabiduría, en autoconfianza, en seguridad en sí mismas, en autoestima.
Es brindar a las personas que acompaño mis gafas de la gratitud para que aprendan a sanar sus heridas, desde una perspectiva diferente.
Es metafóricamente tumbarnos en el suelo con ellos -pues muchos de ellos, vienen realmente sin ánimos y sin fuerzas para seguir caminando-, y enseñarles a darse la vuelta y admirar las estrellas. Es enseñarles a apreciar lo bueno de cada situación.
Pero lo más importante es que nosotros, los psicólogos, no lo hacemos directamente, mediante órdenes, sino que guiamos a la persona para que sea ella misma, la que se de cuenta de todo ello. Nosotros, como perros guía, sin los cuales un invidente no podría caminar, jugamos el mismo papel, la misma función.
Al igual que los artistas. Que transformamos en arte heridas, experiencias, vivencias, anécdotas.
Por ello, para mi, el ser escritora y ser psicóloga van de la mano.
Becca Lago