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Un día cualquiera en Nueva York

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Mi primer día de vuelta en Nueva York

Amanece en Astoria, Queens, el sábado 17 de septiembre a las 6 de la mañana. Una vez más, el jet lag me despierta antes de tiempo, cuando todavía no ha amanecido. A lo lejos puedo ver los rascacielos de Manhattan todavía brillando.

 

Hace solo unas horas experimentaba la felicidad de los momentos en el avión, en los vuelos de long haul cuando estás a punto de empezar un gran viaje. Las películas, la emoción, la frescura. La mañana había sido muy productiva: levantarme a las 6, con el amanecer, preparar la maleta, y caminar hasta el gimnasio bajo el sol. Sentirme genial, sabiendo que vuelvo a mi ciudad.

Y es que siempre me he sentido más de allí que de aquí.

Supongo que somos de donde nos sentimos.

Somos de quien nos sentimos.

Somos de quienes nos sentimos como en casa.

Aterrizo en NY el día del cumpleaños del Sr. Burns, en el aeropuerto de Jersey, EWR y cojo el autobús hacia el centro. Me siento una neoyorquina más fusionado con la ciudad.

Primera parada: Pen Station, junto a Times Square. Camino hacia el centro, hacia el Café de la Quinta avenida desde el que me gusta desayunar. Sushi frente al Empire State al atardecer.

Hace un mes desde mi última vez en la ciudad y puedo sentir como los días se han ido acortando. Solo son las 5 de la tarde pero el sol ya ha empezado a esconderse tras ciertos rascacielos.

Cojo el metro en dirección a Queens, a Staten Island. Me bajo en Steinway station: Astoria, Queens, el barrio multicultural lleno de luces, de transeúntes, de restaurantes de diferentes países será mi hogar durante los próximos días.

Nadie me espera en el apartamento. Llego a mi habitación y me maravillo frente a la vista de los rascacielos, sobresaliendo sobre un atardecer rosado, colorido. La ciudad vibra, llena de bullicio, de coches, de transeúntes y yo no puedo evitar emocionarme ante las vistas desde mi habitación.

Acaba un nuevo día en la ciudad de mis sueños.

A la mañana siguiente me despierto temprano. Espero hasta que den las seis y bajo a pasear por el barrio. Varios cafés tienen ya abiertos sus puertas: un americano pequeño para llevar, gracias. Y un sintecho que descansa sobre las mesas de fuera.

Paseo por el barrio lleno de pequeñas casas adosadas, con las escaleras de incendios adornando sus paredes exteriores y las escaleras de la entrada invitándote a sentarte en ellas.

Es sábado por la mañana en el barrio de Astoria.

Paseo por la calle principal de Astoria: Broadway Avenue, observando los restaurantes multiculturales del barrio: italianos, turcos, sirios, tailandeses, japoneses, filipinos, croatas, mexicanos, colombianos. Astoria es un barrio lleno de vida.

Desayuno en mi nuevo apartamento con vistas a Manhattan con Los Simpson de fondo.

 

Empiezo el día. Cojo el metro hacia Water street, pero una vez más, la ciudad me invita a improvisar los planes: desde Canal street, por Manhattan Bridge hasta Brooklyn downtown.

Tenía un encuentro de creativos en el 787coffee de la calle Pearl pero le sigo la corriente a la ciudad, dejando que esta me guíe. Salgo del metro frente a la torre de Brooklyn. Una de las facultades de la universidad y una cola larguísima frente al centro comercial: una exposición de beagles. Eventos que me hacen sonreír. Cosas que solo pueden pasar en NY.

Una estatua de Ruth Ginsburg adorna la entrada del centro comercial. Aprovecho para perderme en una librería, uno de mis planes favoritos de la ciudad.

Pasando por el Manhattan Bridge llego hasta DUMBO.

Los turistas se amontonan para la famosa foto frente al puente de Brooklyn. Familias, parejas sonríen capturando un momento de felicidad. Los conductores enfadados les esquivan mientras esperan a que se tomen sus fotografías. Un hombre llama mi atención, un fotógrafo afroamericano vestido de traje y corbata con una máquina fotográfica analógica, que espera sentado en las escaleras mientras charla animadamente con otro colega del gremio.

 

Bajo hasta el East River, junto al puente de Brooklyn y observo Manhattan al otro lado. El pequeño parque cerca del carrusel, a la orilla donde descansan turistas y familias.

Decido descansar sobre el césped del parque. Un Poke Bowl para llevar.

 

En la cola del ferry para cruzar al otro lado conozco a una escritora filipina que vive en San Francisco.

Próxima parada: Water street, Wall Street.

Me llena de emoción volver a Wall Street, y los recuerdos de aquella última vez me invaden, como una ola que te cala inesperadamente y te hace, a partes iguales sobresaltarte y sonreír.

Me dirijo al 787coffee, un espacio creativo en el que disfruto de un café americano con canela.

Observo a los artistas que, como yo, trabajan en sus ordenadores esparcidos por el lugar.

La manía de imaginarte futuros con personas que todavía no conoces. Supongo que ese es el defecto que tenemos los artistas, los escritores románticos, esa fea costumbre de imaginarte historias y situaciones románticas con desconocidos que te rodean.

Paseo por Lower Manhattan hasta Battery park y descubro B.P. City, un parque que recorre el Hudson River, frente a Jersey, desde Lower Manhattan, pasando por Tribeca, hasta el Soho. Paseo y observo mientras me maravillo del lugar.

Me siento en uno de los muelles a escribir, observando a una pareja neoyorquina que charla tranquilamente. Me imagino cómo habrá sido su vida, ahora que entran ya en la vejez.

Empieza a caer el atardecer, por lo que un trozo de pizza en una pequeña y auténtica pizzería de Tribeca mientras observo el sol esconderse entre los rascacielos, antes de dirigirme a la parada del metro City Hall en dirección a Broadway, en Astoria para volver a casa.

Un mágico día de vuelta en mi ciudad.

 

Becca Lago

 


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